Casariego, Gisbert y Karina (por aquello del baul de los recuerdos).
En mi
última visita a esa cosa tan maravillosa, buena, bonita y sobre todo gratuita,
que es la biblioteca pública, a la búsqueda y captura de nuevos títulos para
pasar estos días de calor, me hice con algunos libros que se podrían calificar
de juveniles.
Tampoco
voy a mentir. Ese día estaba buscando Los juegos del Hambre. En la biblioteca
de mi pueblo, no obstante, hay muchos
libros pero están muy mal ordenados, así que después de un rato largo buscando
la trilogía de Collins, en el lugar en el que se supone que debía estar, y
también en aquellos sitios donde no estarían más que a mala leche, me di por
vencida y entré en la sala infantil dispuesta a pillar algo muy friki.
Dicho y
hecho.
Mi dominio del Paint es alucinante |
Siempre
he sido muy fan de Joan Manuel Gisbert. Este escritor catalán es un autentico
especialista en novelas de fantasía/ciencia-ficción/aventuras para niños y
jóvenes adolescentes gracias a su imaginación absolutamente desbordante y
desbordada. Recalco lo de jóvenes porque a pesar de las posibilidades de todas
sus historias, siempre se rodean de un halo de inocencia incluso entre la
aparente violencia de sus tramas. A Los armarios negros, El extraño adiós de
Odiel Munro, La noche del viajero errante, La mansión de los abismos, La sonámbula
en la ciudad-laberinto, La mirada oscura y El mago de Esmirna se suman ahora en mi lista de LEÍDOS El
misterio de la mujer autómata y El
misterio de la isla de Tokland.
El
primero de ellos, El misterio de la mujer
autómata, premio Barco de Vapor 1990 (Guau!) tiene una trama muy sugerente
e interesante…. Al menos sobre el papel. La novela trata de un extraño encargo: la construcción de un autómata por parte de un viejo mañoso (esto no lo
dice en el libro, pero lo es, está claro). La historia es contada por un
misterioso personaje que finalmente descubrirá su identidad sin que ello suponga
ninguna sorpresa en la trama, con lo que podía haber sido contada por un
narrador y nos (me) hubieramos (hubiera) ahorrado las conjeturas. Ésta, es una constante en Gisbert: engancha
al lector desde la primera página, es decir empieza BIEN, pero se desinfla un
poco a medida que avanzan los libros. En esta ocasión el libro se me ha hecho
algo pesado. Chema, perdóname.
Perdóname,
porque El misterio de la isla de Tokland me
ha encantado. Ahí sí, que sí. ¿Qué más da de qué trata el libro o que el final
no se entienda (porque no se entiende, lo siento Chema) si no lo puedes dejar
ni un minuto? Me lo he cargado en un solo día, porque el misterio de la isla,
el misterio del laberinto que la isla alberga, me tenía intrigada como cuando
leía La mansión de los abismos, siendo una enana. Precisamente al final de este
libro me ha recordado El misterio de la isla de Tokland, con varios grupos de
personas a la búsqueda de sus objetivos. Trepidante. Complicado. De morderse
mucho las uñas.
El
tercer libro de mi retorno a la adolescencia, es Dos en una, del gran, gran,
gran Martín Casariego Córdoba. Y aunque este libro no es de sus mejores novelas
(El chico que imitaba a Roberto Carlos, Y decirte alguna estupidez, como por
ejemplo, te quiero o Que poca prisa se da el amor, todas ellas publicadas por
Anaya en la colección Espacio abierto son claramente mejores) mantiene, la
mejor de las virtudes de Casariego en sus novelas juveniles: un lenguaje
tronchante y tierno a partes iguales, que te hacen volver a tus años mozos y te
impiden borrar una estúpida sonrisa de tu cara en todo el tiempo que dura la
lectura.
Dos en
una trata de un jovencito enamorado de una chica, Lara, que parece tener una
personalidad doble. O enfermiza. O enfermizamente doble. Obviamente Lara es la
hermana de su gemela que también se encuentra por allí pululando, y es el
motivo más que predecible para dar lugar a una divertida sucesión de reflexiones
entre Mateo y su entorno.
Casariego y Gisbert. Venga, no. Viceversa |
Como
veis, una interesante y divertida vuelta a la juventud. Y una idea en mi cabeza
para seguir dando vida al Blog. Volveré a comentar libros de este tipo, en
sucesivas vueltas a la adolescencia y a la infancia. Rescatando libros y sumergiéndome
en otros nuevos. Buscando en el baul de los recuerdos.
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