Que la primera entrada sobre el séptimo arte que hago trate el cierre de las salas de mi ciudad, no augura nada bueno.
Mi
pueblo está revolucionado. No se habla de otra cosa, y los que nunca se han
manifestado por nada (nada importante se entiende) ahora se despachan a gusto
por las redes sociales, amenazando con una de barricadas que ríanse ustedes de
la Francia de 1830. Lamentablemente, sospecho, que esa movilización no pasará
de un evento en facebook.
Y todo,
porque las salas de cine de la ciudad cierran. Evidentemente, son muchas las
explicaciones que los mas enterados están dispuestos a dar a cualquier
despistado, que en una hora tonta, diga que no le importa escucharlas. Que si
el negocio no es rentable, que si no lo es por el abusivo precio de las
entradas, que nosotros mismos hemos matado el ocio de nuestra ciudad, que algún
político tiene la culpa…. etc etc etc. Cualquier argumento vale.
Y
aunque parece ser que el problema radica simplemente en la falta de acuerdo
entre el propietario de los cines y el del centro comercial que los alberga, al
final la realidad es la misma. Ahora si que si, me va a tocar convertir a
series.ly en mi nuevo mejor amigo.
Adoro
ir al cine (¿Debería decir adoraba?) Me encanta el ritual de ir al cine. Comprar
las entradas, acomodarse en la butaca, chistar al de al lado, bajar con miedo
las escaleras después de dos horas de mareos en 3D, comentar los mejores
momentos, jurarte a ti misma que no volverás a pedirte el cubo grande de
palomitas….
Y ahora que echan el cierre los cines, que es algo así como decir que cierran mis domingos por la tarde, me da por pensar en todas las cosas que dejé en sus butacas….
Me dejé
las manos aplaudiendo el beso de Ron y Hermione en Harry Potter and The deathly
hallows: Part 2. Me dejé los prejuicios cuando me senté a ver Kick Ass a regañadientes y quise convertirme
en Hit-girl. Me dejé lo poco de adolescente que me quedaba cuando en Tengo
ganas de ti, me di cuenta que prefería ver a Quique González cantando el
“Aunque tu no lo sepas” que a Mario Cachas sin camiseta. Me dejé la vergüenza,
cuando me dormí (si, lo reconozco) viendo Año uno, porque lo cierto es que lo
vergonzoso hubiera sido no dormirse. Allí se quedaron muchos euros viendo películas
en 3d. Se quedó el dinero, y se quedó la fé en las tres dimensiones hasta que
La vida de Pi me hizo creer de nuevo.
Y lo
mismo me gustaba ver a DiCaprio poniendo el mundo del revés en Origen, que
arrastrarse por los suelos en El Gran Gatsby. Que el cine español a veces lo es
como Buried, y otras, además, lo parece como en Que se mueran los feos. Porque
ahora quiero tener un monito pequeño como el de El origen del planeta de los
simios y disparar balas con efecto como en Wanted.
Que son muchas cosas las que me dejé y más aún las que llevé conmigo. Porque un cinéfilo es de esos pocos afortunados que aprende disfrutando, que disfruta aprendiendo.
Y en
cada lugar donde un cine cierra, un cinéfilo llora.
Para
los domingos por la tarde no me basta con Antena 3.
Al leer esta entrada, me he sentido frustrado porque no imagino una ciudad huérfana de cine...
ResponderEliminarP.D: Esperando tu nueva entrada
¡Espero que no tarde tanto como la última!.
EliminarLa verdad es que he (hemos, incluyo a los paisanos) atravesado casi todas las etapas de duelo. XD
Me río por no llorar... ainsss